GERARDO GUTIÉRREZ CANDIANI. EL SOL DE MÉXICO
La Secretaría de Economía afirma que el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT) colocará a México en una posición central del comercio global y será punta de lanza para el desarrollo del sur-sureste. La oportunidad existe y qué bueno que el Gobierno Federal vaya por ella.
Máxime con un proyecto que, según lo presentado, parece una pista de despegue viable. Lo mismo en términos de incentivos fiscales para la inversión que en lo que atañe a la infraestructura logística, aspectos complementarios indispensables. Sin embargo, por ahora estamos en una fase de promesa. Para materializarla, hay que asegurar que evolucione como un programa con verdadera visión y compromisos transexenales.
De lo contrario, y máxime porque arranca en la recta final sexenal, puede pasar como con las Zonas Económicas Especiales en 2018 o con el ambicioso plan para el Istmo del Gobierno de Porfirio Díaz, hace más de un siglo. Entonces, como ahora, había condiciones ideales en el comercio internacional, pero no se pudo dar continuidad.
En la dirección correcta, este proyecto no se limita al aspecto ferroviario y portuario, si bien una infraestructura competitiva de logística multimodal es esencial. Complementa con polos de desarrollo planeados. Esas son las bases sobre las cuales han prosperado algunas de las zonas económicas especiales más exitosas del mundo, como lo que ha sido Shenzhen para China.
El proyecto incluye la construcción de más de 300 kilómetros de vías de tren y la conexión con el Tren Maya y con Ciudad Hidalgo, frontera con Guatemala. También, la modernización y ampliación de los puertos de Coatzacoalcos y Salina Cruz. Mejor aún, instalación de fibra óptica y antenas, gasoductos, energías renovables para aprovechar la gran capacidad regional, en particular eólica. Además, seguridad a cargo de la Guardia Nacional.
Se impulsaría a 10 polos de desarrollo y se han adelantado las bases para las licitaciones en seis. En Veracruz, dos en Coatzacoalcos, más Texistepec y San Juan Evangelista. En Oaxaca, Salina Cruz y San Blas Atempa.
La propuesta de incentivos fiscales de la Secretaría de Hacienda luce, en principio, atractiva y sensata: depreciación acelerada en los primeros seis años, exención del IVA en transacciones al interior de los polos y entre estos durante los primeros cuatro años, y exención al 100% del ISR en los primeros tres años, con posibilidad de extender, en función de variables como número de puestos de trabajo creados.
Se anunció que los polos estarán reservados a once vocaciones productivas, desde agroindustria hasta semiconductores; desde petroquímica a tecnologías de la Información y la comunicación. También parece sensato, y en línea con el futuro, aunque es fundamental una planeación para cada polo, a fin de atraer compañías tractoras y, con ellas, propiciar aglomeraciones productivas.
Como sea, el proyecto hace sentido. Es el momento: la oportunidad del nearshoring es real. Empresas lo mismo de Norteamérica que de Europa e inclusive chinas están buscando relocalizar operaciones para acercarse al mercado norteamericano, buscando resiliencia a la par que competitividad, así como superar los riesgos geopolíticos asociados a trabajar en China.
El istmo tiene ventajas geográficas únicas para conectar mercados y cadenas productivas. Puede ser un eslabón clave para la proveeduría desde Asia hacia la costa este de Estados Unidos y también a Europa, y viceversa: a la costa oeste estadounidense y a Asia Pacífico.
México tiene lo necesario para erigirse como ese puente estratégico, con el TMEC y, contando a éste, una red de 14 Tratados de Libre Comercio que abarca 50 países. Tenemos una industria de exportación sólida, con amplia experiencia internacional y proyección. Puede aprovechar al CIIT tanto para ampliar su competitividad como para llegar a más mercados.
El máximo potencial del corredor no es competir con el canal de Panamá, con el que inclusive puede tener complementariedades, sino una combinación de competitividad logística con valor agregado de manufactura a los productos en tránsito interocéanico. Es la clave para generar un dinamismo sostenido que impulse el desarrollo de la región con mayor pobreza en el país, una deuda histórica de nuestra nación.
Volvemos al requisito de arranque: para que fluya la inversión se requiere certeza jurídica y, en general, confianza, con compromisos y bases legales idóneas para la continuidad. Que la política no vuelva a llevar un proyecto así al traste con cambios disruptivos en planes o condiciones ofrecidas a empresas y comunidades.
Desde el sector empresarial, los gobiernos municipales y estatales, en concreto de Oaxaca y Veracruz, habría que buscar cómo blindar la evolución a largo plazo. Incluso, de cara al proceso electoral del 2 de junio de 2024, buscar esos avales con candidatos presidenciales y al Gobierno de Veracruz, que se renueva ese año.
La promesa de la Secretaría de Economía es factible: hacer del Corredor un motor para que el sur-sureste detone su potencial económico y recorte sus enormes brechas de desarrollo.
Al igual que puente interocéanico, puede ser puente para restablecer la confianza entre el sector empresarial y el gubernamental. Para hacer equipo en objetivos compatibles. Reactivar la inversión, impulsar el desarrollo y generar buenos empleos para que la gente de la región progrese, reforzar la competitividad del país y su proyección en la economía global.