(CARLOS TELLO DÍAZ. CARTA DE VIAJE. MILENIO DIARIO)
En cerca de dos mil años, a lo largo de casi toda la era cristiana, la población mundial pasó de 250 millones (a comienzos del siglo I) a 800 millones de personas (a principios del siglo XIX). Ese crecimiento, en las gráficas, aparece como una línea casi horizontal. Todo cambió después. Hubo un estallido demográfico a partir de la Revolución Industrial, un estallido que, en las gráficas, aparece como una línea casi vertical. En los últimos cien años, la población mundial se cuadriplicó: pasó de 2 mil millones a 8 mil millones de personas. Llegaremos a cerca de 10 mil millones a finales de este siglo, para comenzar a descender a un ritmo sin precedente. En los siglos XXII y XXIII, previsiblemente, nuestro declive demográfico será tan pronunciado como lo fue nuestro ascenso, de tal suerte que llegaremos a ser menos de 2 mil millones de personas en el curso de apenas unas diez generaciones.
El declive de la población mundial, a partir de la segunda mitad de este siglo, es inevitable. La mayoría de las personas vive hoy en países donde nacen dos o menos de dos niños por cada dos adultos, lo que significa que, a la larga, cada nueva generación es más pequeña que la generación pasada. Esto ocurre a pesar de que es conveniente que aumenten los nacimientos para mejorar los niveles de vida, para compartir la carga del cuidado a los más viejos, para financiar los programas de seguridad social. De hecho, en ninguno de los países donde la tasa de fertilidad cayó a menos de dos hijos por mujer, ella ha vuelto a ser mayor.
¿Qué explica el colapso de la población? “La principal razón por la cual la tasa de nacimientos es baja es muy sencilla: la gente quiere tener hoy familias más pequeñas a las que tuvo la gente en el pasado. Esto es verdad en diferentes culturas y economías en todo el mundo”, afirma el New York Times (24 de septiembre de 2023). Puede haber, sin embargo, otra razón: la recesión sexual. Es el título de un artículo que publicó The Guardian hace poco, una semana antes del Día del Amor (que fue ayer). El artículo se concentra en lo que empezó a ocurrir desde hace una década en Francia. “La flama se apagó. Los franceses no están teniendo sexo. De acuerdo con un nuevo estudio, Francia está sufriendo un declive sin precedentes en su actividad sexual. El 24 por ciento de los franceses adultos (entre 18 y 69 años de edad) dijeron que no habían tenido sexo en los últimos 12 meses. En 2006, esa cifra era sólo el 9 por ciento”. El declive, señala el reportaje, es especialmente pronunciado entre los jóvenes, aquellos que tienen 18-24 años de edad: el 28 por ciento dijo no haber tenido sexo en los últimos 12 meses. Declives similares, o peores, han sido registrados en España, Alemania y Holanda, y en Japón, Australia y Estados Unidos (donde una encuesta publicada por la BBC en 2016, basado en 50 mil entrevistas, afirmó que el 18 por ciento de la población adulta no había tenido sexo en el último año). The Guardian ofrece estas razones para explicar la recesión sexual: “mayor estrés, cargas de trabajo más pesado, crecientes distracciones de la tecnología”. Internet, en efecto, ofrece nuevos medios de experiencia sexual, como la pornografía, que se alejan de las experiencias físicas en pareja.