(IVÁN RESTREPO. LA JORNADA)
Los recientes pronósticos de las agencias internacionales sobre el cambio climático y la prevención de desastres señalan que el hemisferio norte tendrá desde marzo y hasta finales de agosto, altas temperaturas, sequía extrema e incendios por la sequedad prevaleciente. En el hemisferio sur, ahora en verano, sufren un aumento de temperaturas en ciudades y el agro, y los incendios dejaron su estela de muerte y destrucción, como en Chile y Colombia.
Para México los pronósticos son desalentadores: sequía prolongada y calor. El tema es la falta de agua y sus efectos en la vida de la población, la economía y los recursos naturales. Algo que advirtieron oportunamente los centros de investigación. El mundo oficial los ignoró. Y algo no menos grave: hoy se carece de un programa de emergencia para aminorar lo más posible lo que nos espera en las ciudades y el sector agrario ante la insuficiencia del preciado elemento.
En reportajes recientes, se menciona la crisis que enfrentan los lagos Pátzcuaro, Zirahuén, Cuitzeo, Chapala y Zumpango; el sistema Cutzamala y la presa La Estanzuela, en Hidalgo. Durante siglos éstos y muchos otros cuerpos de agua han sido determinantes en la vida de miles de personas. Les han servido para diversas actividades económicas, ser fuente de alimentos y destacar por la belleza natural y el papel que cumplen para el equilibrio ecológico. Los cronistas han recreado en diversas épocas cómo los lagos fueron claves en el desenvolvimiento de pueblos y regiones.
A estos maravillosos lugares se sumaron en el el siglo pasado las presas, magnas obras de ingeniería para proveer de agua a casi una cuarta parte de los asentamientos humanos, irrigar millones de hectáreas, generar la energía que utiliza la tercera parte de la población, y controlar las crecientes de ciertos ríos y así evitar inundaciones.
Pero todos los cuerpos de agua naturales y los creados por el hombre, así como las 300 principales cuencas hidrográficas, sufren numerosos desajustes ambientales y la sobrexplotación de sus recursos. Y ello pese a que existe el conocimiento científico y técnico para evitar su deterioro y armonizar su uso en beneficio de la población.
Ejemplo de ello es el estudio que coordinaron hace 22 años Guadalupe de la Lanza Espino y José Luis García Calderón sobre los lagos y presas de México. En su elaboración intervinieron también Luis Preciado, Salvador Hernández y 54 especialistas pertenecientes a las más importantes universidades y centros de investigación. Ellos analizaron el estado en que se encontraban los lagos de Pátzcuaro, Zirahuén, Cuitzeo y Chapala, así como la zona lacustre del valle de México; además otros 12 lagos, representativos de los 70 que existen en México. También los 10 embalses (presas) más importantes. En dicho estudio se muestra cómo todos esos cuerpos de agua tenían entonces severos problemas.
El trabajo De la Lanza Espino, García Calderon y los demás especialistas, se dio a conocer en el libro Lagos y presas de México (680 páginas) gracias al apoyo de la Secretaría de Desarrollo Social. Se entregó a más de 100 funcionarios, comenzando por los titulares de las dependencias responsables de conocer y resolver los problemas detectados. Y muy destacadamente a los que tenían relación con la captación, conservación, distribución y destino final del agua.
Sólo el entonces titular de la secretaría del Medio Ambiente federal, Víctor Lichtinger, prometió tomar las medidas que correspondían a su dependencia, para mejorar la calidad ambiental de los cuerpos de agua. Entre ellas, la conservación de bosques y selvas, evitar la deforestación de las cuencas hidrográficas, la contaminación del agua por agroquímicos y desechos de hogares y actividades económicas. Mas poco después lo despidió de su cargo de manera grosera, el presidente Fox.
Han pasado 22 años de inacción del sector público en preservar la salud ambiental de lagos y presas. Los frutos de esa irresponsabilidad hoy los padecemos. No hay todavía estrategia oficial ni del Poder Legislativo para evitarlos. Y a futuro, cero propuestas de las dos candidatas a gobernar el país en 2024-30. Es entonces hora de actuar de la sociedad como un todo, pues es la más perjudicada.