MARTIN WOLF. THE FINANCIAL TIMES
Como resultado de diversas decisiones limitadas, miopes y demasiado teóricas, Reino Unido acabó teniendo un sistema de pensiones que es incapaz de generar la oferta de capital de riesgo a largo plazo de la que depende el desarrollo o de proporcionar al conjunto de la población (no solo a unos cuantos grupos favorecidos) el pago de una jubilación adecuada y segura. Los síntomas de este desastre incluyen un mercado de valores moribundo, empresas que invierten poco, dependencia excesiva del capital extranjero e incluso una economía estancada.
Los orígenes y consecuencias de este fracaso político se documentan en el artículo Investing in the Future: Boosting Savings and Prosperity for the UK (Invertir en el futuro: Impulsar el ahorro y la prosperidad para Reino Unido), del Instituto Tony Blair para el Cambio Global. Ya analicé algunos de sus aspectos en una serie de columnas, la última a finales de marzo. En particular, el limitado enfoque de que al hacer promesas de pensiones seguras las hizo inasequibles. Esto paralizó a las empresas responsables de estas promesas exorbitantemente caras. También privó a las nuevas compañías del capital de toma de riesgo que necesitaban. Por último, al derrumbarse los planes de prestaciones definidas, se empujó al público a los esquemas de aportaciones definidas que imponen demasiado riesgo para que los individuos puedan administrarlos de manera fácil.
Nada de esto tiene importancia dentro de la economía financiera de fantasía, en la que las fronteras carecen de importancia, la inversión nacional es independiente del ahorro nacional, las compañías tienen acceso sin problemas a mercados financieros líquidos y los mercados son racionales y previsores. Pero esto son cuentos de hadas, no un reflejo de la realidad.
Entre 2001 y 2022, señala el artículo del Instituto Tony Blair, “las participaciones de los fondos de pensiones del sector privado de Reino Unido en capitales de la misma nación cayeron de un promedio de 50 por ciento de la cartera a solo 4 por ciento en la actualidad. Durante el mismo periodo, sus tenencias de valores de renta fija (principalmente en bonos del gobierno y corporativos) aumentaron de 15 por ciento de los activos totales a cerca de 60 por ciento”. No es sorprendente que las compañías, al verse obligadas a utilizar sus flujos de efectivo para llenar el pozo casi sin fondo de los déficits de los fondos de pensiones, en lugar de invertir, las empresas se volvieran cada vez menos dinámicas. El desempeño del mercado de valores de Reino Unido ha sido sorprendentemente malo en comparación con los del resto del mundo, pero el sector está moribundo porque el ramo empresarial se ha convertido en un zombi.
¿Quién se benefició? La respuesta es: los consultores de pensiones, las compañías de seguros (que lidian con las consecuencias de forma rentable) y el gobierno, que disfruta de una fuente cautiva de financiamiento ultra barato. Mientras tanto, los rendimientos de esos fondos de pensiones que se administran a la defensiva se encuentran muy por debajo de los que sería posible de otro modo.
Mientras tanto, el país pasó de una solución de esquina, en la que todo el riesgo recaía en los patrocinadores del plan de pensiones, a otra en la que recae en los contribuyentes individuales; sin embargo, la alternativa sensata está en el medio, planes colectivos de aportación definida: fondos eternos que prometen el pago de la jubilación basado en rendimientos reales a largo plazo. Este sistema repartirá los riesgos entre individuos y generaciones y aprovechará las economías de escala de los grandes inversionistas a largo plazo, capaces de asumir riesgos que otros no pueden tomar.
Todo esto se explica de forma detallada en este importante informe del Instituto Tony Blair. La cuestión es cómo avanzar hacia algo mejor. Aquí los autores tienen una idea inteligente. Señalan que el Fondo de Protección de Pensiones (PPF, por su sigla en inglés) invierte en la actualidad 40 mil millones de libras y que, desde su fundación en 2004, ha obtenido unos resultados impresionantes. Generó un superávit de activos sobre los pasivos estimados de 12 mil millones de libras; sin embargo, en la actualidad el fondo PPF solo se hace cargo cuando la empresa patrocinadora quiebra.
Los autores del artículo sugieren que el Fondo de Protección de Pensiones se convierta en el primero de una serie de “superfondos” británicos. Para esto, se permitirá el traspaso voluntario de recursos solventes al PPF con el pago obligatorio de un colchón de capital para la continuidad de las prestaciones. Este compromiso sustituirá a la anterior obligación indefinida del promotor.
En lugar de que termine en manos de las compañías de seguros, los activos se administrarán de forma activa. Además, argumentan los autores del articulo, el National Employment Savings Trust (Fideicomiso Nacional de Ahorro para el Empleo) también puede integrarse en el nuevo superfondo, que puede llevar por nombre GB Savings. El objetivo final debe ser consolidar otros fondos de pensiones de prestación definida; entonces, tendría sentido dar a las personas que ahora invierten en planes de aportación definida la opción de cambiarse a los nuevos superfondos colectivos.
Una gran pregunta es hasta qué punto se debe alentar u obligar a los nuevos superfondos a invertir en activos de Reino Unido. Alguna exigencia de este tipo puede que tenga sentido; sin embargo, será peligroso que el gobierno obligara a los fondos a invertir en activos específicos o clases determinadas de activos más allá de ese mandato nacional.
Una toma de decisiones estrecha de miras llevó a Reino Unido a un callejón sin salida en materia de pensiones. Es hora de salir y, por tanto, de pensar a lo grande y actuar con audacia.