(JORGE A. CASTAÑEDA. EL ECONOMISTA)
Esta semana inició un nuevo capítulo de la guerra comercial entre EE. UU. y China. El martes, Biden emitió un decreto que impone aranceles a importaciones chinas, potencialmente más significativos que los de Trump en 2018, que impulsaron el nearshoring. Es probable que ya existan presiones para que el gobierno mexicano iguale estos aranceles para evitar la famosa “entrada por la puerta de atrás”. Ante este escenario, ¿dónde estamos parados?
A partir de 2024, los aranceles aumentarán en acero y aluminio, de 0-7.5% a 25%; vehículos eléctricos (EVs), de 25% a 100%; baterías de iones de litio para EVs, de 7.5% a 25%; partes de baterías, de 7.5% a 25%; en celdas solares, de 25% a 50%; grúas portuarias de 0% a 25%; y en productos médicos, como jeringas y agujas, pasarán de 0% a 50%. En 2025, los aranceles en semiconductores subirán de 25% a 50% y, en 2026, las baterías que no son para EVs y componentes de baterías, como grafito natural e imanes permanentes, también verán incrementos.
Esto es una respuesta de EE. UU. a la política industrial china, muy exitosa en baterías y paneles solares, que ahora busca emular en EV. Esta política implica subsidios gigantescos, no del todo transparentes, a las inversiones para desarrollar capacidad instalada en sectores de alta intensidad de capital, que les da una ventaja de costos inalcanzable para empresas europeas o estadounidenses.
Esto ya sucedió con paneles solares, donde las empresas chinas llevaron a la quiebra a las alemanas y a casi todas las americanas. Hoy, China domina toda la cadena de valor: en 2021, China tenía 75% de la capacidad instalada en el mundo de módulos, 85% del mercado de celdas, 97% en obleas o “wafers” y 80% del polisilicio. Con todo y aranceles, los paneles subsidiados por el IRA o sus componentes principales, obleas y polisilicio, serán de origen chino. Los chinos quebraron a todos los demás.
Lo mismo pasa con las baterías de EVs. China tiene el 80% de grafito, el 70% en cátodo, 85% en anodo, 78% de los separadores y 82% de los electrolitos necesarios, por lo que tiene 78% de participación de mercado en las baterías de EVs. No hay forma de que los EVs americanos o europeos, o la hipotética planta en Monterrey, se hagan sin baterías chinas. Nadie les puede competir porque las inversiones en capacidad instalada, con enormes subsidios y ayudas del Estado, han bajado tanto los precios que ningún proyecto en otra parte del mundo es viable.
Como describí en otra entrega, la estrategia que están siguiendo con los autos es la misma que busca llevar a la quiebra a gigantes de Europa y EE. UU. como Ford, GM, VW, e incluso Tesla, a la que le copiaron toda su propiedad intelectual.
¿Cómo juega México en todo esto?
En México, junto a empresas de EE. UU., se podrían hacer muchas de estas inversiones. EE. UU. ya lo está haciendo en semiconductores, donde la dependencia es taiwanesa y no china. Pero entrar a estas cadenas de valor, sobre todo a las partes iniciales, requiere inversiones de decenas de miles de millones de dólares, complicado de llevar a cabo en México, sobre todo sin acceso a los minerales críticos. Además, requeriría recursos del Estado mexicano y de EE. UU. que no se ve cómo se materializarán.
Pero resulta aún más iluso pensar que en el país, donde hay apagones generalizados por un fetiche en contra de la inversión privada, donde aparecen cuerpos cada día y ahora cobran derecho de piso a escuelas, vamos a poder aprovechar esta oportunidad. Si no nos dejamos de ver el ombligo, una vez más, se nos va a ir el tren.