(JULIO FAESLER. EXCÉLSIOR)
La semana que termina nos muestra un cúmulo de situaciones de lamentable desorden en nuestra América Latina. Presa de confusiones sociales y políticas de todo tipo, y víctima de abusos gubernamentales como de la ilimitada crueldad de las mafias, la sociedad no encuentra en sus gobiernos los caminos de solución a sus problemas.
Las estadísticas financieras a veces arrojan luz y pretenden disimular el profundo quebranto económico. Los políticos, todos ellos sin excepción, se encuentran repitiendo promesas incumplibles para asegurar su permanencia en el poder. Tres casos vienen a cuento:
Ecuador: tras las impertinentes declaraciones de López Obrador sobre las elecciones de 2023, en las que mencionó que la candidata perdedora, Luisa González, protegida del expresidente Correa, fue vinculada injustamente al asesinato de Fernando Villavicencio, culpando de esta versión a los medios de comunicación. El presidente Daniel Noboa reaccionó a estos “desafortunados” señalamientos de AMLO declarando persona non grata a nuestra embajadora, Raquel Serur Smeke. Ahora la Cancillería mexicana informa que traería a México a la embajadora por razones de seguridad. El asunto no ha terminado puesto que, en otro caso, Jorge Glas, exvicepresidente de Ecuador, acusado de peculado, se refugió en la embajada de México para evitar su arresto. Se ha confirmado que le daremos asilo a Glas, en lugar de entregarlo a la justicia.
Perú: se tardó mucho tiempo para que México reanudara relaciones con ese país ya que AMLO insistió en proteger al destituido expresidente Pedro Castillo hasta el grado de que México se negó a transferir la presidencia de la Alianza del Pacífico a la señora Boluarte. A lo largo de estos meses, de acuerdo con la Cancillería del Perú, ha habido reiteradas expresiones de las más altas autoridades de México sobre la situación política de Perú, “que son violatorias del principio de la no intervención”, a raíz de lo cual esta semana se ordenó la salida del embajador Pablo Monroy declarándolo persona non grata.
Bolivia: la presidenta Jeanine Áñez declaró persona non grata a nuestra embajadora María Teresa Mercado, quien en su momento otorgó asilo al derrocado Evo Morales personaje que fue objeto de innúmeras atenciones del gobierno de México con amplias facilidades de transporte mientras esa figura no hallaba país que aceptase albergar a esa figura del izquierdismo latinoamericano.
Estas confusas experiencias poco nos alientan. Son una confirmación de estéril antropocentrismo a que ha llegado el largo proceso que nos llega desde la instauración del industrialismo deshumanizado como herencia del siglo XVIII. López Obrador ha presentado a la sociedad mexicana un programa de decisiones que pretenden una salida diferente a los problemas del nuevo milenio. Realizar una profunda redefinición de paradigmas como una transformación política y socioeconómica del país. No hay duda de que se requieren, mas no por la vía que él propone.
Para los asuntos internacionales ha dado rienda suelta a su propósito de trabajar con todas sus fuerzas para fortalecer la influencia de la izquierda en América Latina y frenar los postulados de la economía de mercado.
Las reacciones que ha cosechado han dependido del grado de influencia que pueda hacer valer el gobierno de México en asuntos de inmediata importancia. Es evidente que para los países vecinos centroamericanos son inevitables el efecto de las decisiones en materia migratoria, en la que es urgente obtener apoyos tangibles de Estados Unidos, de reglamentaciones y financieras.
La reacción de los demás países latinoamericanos es muy diferente y es menor a medida que es mayor la población y el peso de sus respectivas economías. Ya no se trata de los “estados desunidos del sur”, antigua descalificación que ahora se supera cada vez más en todos sentidos por un potencial cada vez más visible. Se demanda un mayor esfuerzo hacia la coordinación de programas de desarrollo coordinado por los intereses regionales. La posibilidad de realizar el potencial continental excluye los ensayos ideológicos impuestos y apunta hacia la concisión en los programas sociales enfocados a la mayor producción de los bienes y servicios necesarios, acordes a las metas programadas.
La gestión de López Obrador, desorganizada, frustrada y obsoleta nos deja lecciones claras que hay que atender con programas metódicamente ejecutados.