Occidente tendrá que reconocer su propia hipocresía

MARTIN WOLF. FINANCIAL TIMES

Entramos en una era de competencia global atenuada por la necesidad de cooperar y el miedo al conflicto. Los principales protagonistas son Estados Unidos y sus aliados, por un lado, y China y Rusia, por otro; sin embargo, el resto del mundo también importa. Contiene dos tercios de la población mundial y una serie de potencias emergentes, en particular India, que es ahora el país más poblado.

Sin embargo, las relaciones entre Estados Unidos y China son centrales. Por fortuna, la administración trata de reducir las fricciones, más recientemente con las visitas a Pekín del secretario de Estado, Antony Blinken, y la titular del Tesoro, Janet Yellen.

El objetivo de la secretaria Yellen era, según declaró, “establecer y profundizar las relaciones” con el nuevo equipo de liderazgo económico de Pekín. Señaló que esto formaba parte de un esfuerzo para estabilizar la relación, reducir el riesgo de malentendidos y considerar áreas de cooperación. Y añadió: “Hay una diferencia importante entre la desvinculación y la diversificación de las cadenas de suministro críticas o la adopción de medidas específicas de seguridad nacional. Sabemos que una desvinculación de las dos mayores economías del mundo será desastrosa para ambas naciones y desestabilizadora para el mundo. Y será prácticamente imposible de llevar a cabo”.

Hay que aplaudir este esfuerzo por aclarar objetivos, mejorar la transparencia y profundizar las relaciones. No debemos tropezar en hostilidades con China como lo hicimos con Rusia. Mejor aún, debemos hacer que esta relación funcione en interés del mundo, pero las preocupaciones de Occidente no deben limitarse a las relaciones con China. También es importante mejorar las relaciones con el resto del mundo. Para esto, Occidente debe reconocer su propio doble estándar y su hipocresía.

La invasión de Rusia a Ucrania fue una terrible violación de principios morales y jurídicos fundamentales. Muchos en los países en desarrollo también lo reconocen, pro también recuerdan la larga historia de los países occidentales como imperialistas e invasores. Tampoco dejan de darse cuenta de que nos preocupamos mucho más por nuestros compatriotas europeos que por los demás. Con demasiada frecuencia hemos sido testigos de graves violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional, hemos considerado que tales injusticias no nos conciernen. Ucrania, piensan muchos, no es asunto suyo.

Luego está el comercio. En un importante discurso pronunciado en abril, Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de EU, repudió el orden comercial que su país había tardado décadas en construir. Más recientemente, la representante comercial Katherine Tai lo enterró. Su discurso plantea muchas cuestiones, pero lo que no puede ignorarse es el hecho mismo del cambio de actitud. Muchos países en desarrollo se creyeron la doctrina de la apertura comercial. Muchos de ellos prosperaron gracias a eso. Ahora temen que los dejen tirados.

Otra cuestión importante es la ayuda internacional. Los países en desarrollo se vieron sacudidos por una serie de crisis de las que no eran responsables: el covid, el fuerte aumento de la inflación, la invasión a Ucrania, el aumento de los precios de la energía y los alimentos y, por último, el alza de las tasas de interés. La ayuda que recibieron durante esta época de sobresaltos ha sido groseramente insuficiente. El legado del coronavirus para los jóvenes, junto con la sobrecarga de deuda, puede incluso crear décadas perdidas.

Emisiones de dióxido de carbono

Esta cuestión de la ayuda al desarrollo se enlaza con el reto del clima. Como todo el mundo sabe en los países en desarrollo, la razón por la que el problema climático es urgente son las emisiones históricas de las naciones de altos ingresos. Éstas pudieron utilizar la atmósfera como fregadero, mientras que las economías emergentes de la actualidad no pueden hacerlo. Por eso, hoy les decimos que deben emprender un camino de desarrollo muy distinto del nuestro. Ni que decir tiene que esto es bastante exasperante; sin embargo, hay que reducir de forma drástica las emisiones.

Esto requiere un esfuerzo global que incluya a muchos países emergentes y en desarrollo. ¿Logramos avances en esta tarea, en la realidad y no retóricamente? La respuesta es “no”. Las emisiones no han disminuido para nada.

Para que las emisiones disminuyan rápido, mientras los países en desarrollo siguen proporcionando la prosperidad que su población demanda, debe haber un enorme flujo de recursos hacia ellos, sobre todo para financiar la mitigación del cambio climático y la necesaria adaptación a temperaturas más altas. En 2021, las transferencias netas de préstamos oficiales a las naciones emergentes fueron de apenas 38 mil millones de dólares. Las subvenciones fueron más grandes, pero más limitadas.

Esto ni siquiera está cerca de ser suficiente. Tiene que haber más ayuda, alivio de la deuda, apoyo a las inversiones relacionadas con el clima y nuevos mecanismos para generar los recursos necesarios, como la propuesta de que los países con emisiones per cápita superiores al promedio compensen a los que están por debajo. También es vital aumentar el capital de los bancos multilaterales.

Las democracias de altos ingresos están fracasando a la hora de ofrecer una ayuda adecuada en esta tarea a largo plazo, justo como ocurrió con el covid. En el caso del clima, el fracaso consiste en asumir nuestra responsabilidad en la gestión de un problema que los pobres del mundo no han creado. Esto parece injusto porque lo es.

Estamos en una competencia de sistemas. Espero que al final ganen la democracia y la libertad individual; sin embargo, también debemos recordar las amenazas que se ciernen sobre la paz, la prosperidad y el planeta. Para hacerles frente será necesario un profundo compromiso con China, pero si Occidente quiere tener la influencia que espera, debe darse cuenta de que sus pretensiones de superioridad moral no son ni indiscutibles ni incuestionables. Muchos consideran a las potencias occidentales como egoístas, autocomplacientes e hipócritas. No están del todo equivocados. Debemos hacerlo mejor.