Oportunidad histórica de reducir seriamente la informalidad

(LUIS FERNANDO DE LA CALLE. EL UNIVERSAL)

No es un secreto que la alta prevalencia de la informalidad en los mercados laboral y empresarial (también en el político-electoral) es uno de los retos más importantes para México.  Su fuerte presencia está relacionada con la baja productividad, la insuficiente recaudación, el incumplimiento de las normas, la menor inocuidad y la extorsión que funciona como freno para la inversión, el crecimiento empresarial y la formalización.

Son muchas las causas de la informalidad, pero dos de las principales, han empezado a cambiar y permiten ahora vislumbrar una posible reducción de las tasas de informalidad, la laboral y la empresarial. La economía mexicana se distingue por su gran número de empresas y unidades económicas. Proporcionalmente más que la mayoría de países y de economías comparables. ¿Por qué?

Aunque no son las únicas, la fuerte expansión de la fuerza laboral en los 40 años previos y la incapacidad de las pequeñas y medianas empresas de crecer (para evitar la extorsión que significa la formalización y por las dificultades para adaptarse a la economía moderna y abierta) explican en buena parte el incremento en el número de establecimientos económicos y el crecimiento la informalidad. Ambos factores se retroalimentaban: la poca capacidad de inversión y crecimiento de las pymes limitaba la demanda laboral, al tiempo que la llegada de las mayores cohortes demográficas a la edad de trabajar impulsaba la oferta laboral. Este doble efecto presionaba el salario real a la baja y le impedía mejorar y desincentivaba optar por laborar en el sector formal.Luis Fernando de la Calle Pardo

La gráfica más abajo muestra la enorme expansión de la oferta laboral con la entrada de jóvenes en los últimos 40 años. Puede también apreciarse que la caída en el número de entrantes empieza a disminuir a partir de 2010. Al mismo tiempo, la superación de la crisis de 2008-09, la recuperación de la manufactura en América del Norte y el incremento en la participación de México en las importaciones totales de Estados Unidos, muestran una mejora sustantiva de la productividad empresarial y laboral en la economía. Por ello no es coincidencia que el empleo formal y el salario real empiecen a mejorar en ese periodo. Sin considerar 2019 por el impacto negativo de la cancelación del NAIM y 2020 por Covid-19, a partir de 2010 el empleo formal ha tenido un crecimiento promedio de cuatro por ciento por año medido en términos de afiliaciones netas al IMSS. Por su lado, el salario real ha mejorado todos los años desde 2012, con excepción de 2017 por la sorpresiva inflación en el contexto del gasolinazo.

El crecimiento de 4% anual y las mejoras continuas del salario real se traducen en un aumento significativo en la nómina total y en la capacidad de compra de los consumidores. Son también la principal razón detrás de la fuerte reducción en la pobreza anunciada por el Coneval.

El pánel derecho de la gráfica permite prever un descenso pronunciado de nuevos entrantes en los próximos años, lo que se traducirá en salarios promedio crecientes en la medida en la que haya demanda laboral. En el contexto del nearshoring ésta existirá a menos que México opte por dejar la oportunidad histórica de desarrollarse, que se tengan crisis económico-financieras recurrentes, o que Estados Unidos se cierre (Donald Trump) o tenga una recesión profunda y larga (si requiriera un ajuste fiscal importante). Por otro lado, el tobogán de bajada también implica un reto monumental ya que evidencia que la viabilidad del país dependerá, como nunca antes, de un salto cualitativo en la productividad laboral y en la empresarial.

La escasez laboral que ahora empieza a resentirse sólo se agravará si la economía marcha. México cuenta con dos formas complementarias para hacer de esta escasez una virtud que convierta al país en uno de clase media, incluyente y que supere la pobreza. La primera es apostar a favor del cambio tecnológico para que el valor agregado por trabajador se multiplique varias veces. Esto requiere de una reforma educativa que privilegie la excelencia, que reconozca el valor de los exámenes como herramienta de diagnóstico, no de castigo; de apostar a favor de las tecnologías de punta: inteligencia artificial, robótica, biología molecular, nanotecnología; de privilegiar la creatividad en los procesos productivos, en el diseño, el desarrollo de marcas, en la gastronomía.

La segunda es reconocer que la economía cuenta con una reserva laboral significativa en la informalidad, en dos fuentes. Una, al captar trabajadores jóvenes que llegan a la fuerza laboral para que opten por la formalidad y no la informalidad. Dos, al lograr el tránsito permanente de la informalidad a la formalidad gracias a mejoras salariales y de pensión. Un gran número de trabajadores oscila entre informalidad y formalidad, la clave es que las condiciones laborales mejoren de tal suerte que tenga sentido económico permanecer formal.

No obstante, para que este círculo virtuoso funcione se requiere que la formalidad sea atractiva también para las empresas. Ello implica reducir de manera significativa la extendida práctica de la extorsión (de inspectores, ciertos sindicatos, proveedores, clientes corporativos y competidores que abusan de su poder de mercado, sistemas de distribución), así como reducir el costo normativo, reglamentario e impositivo que enfrentan las pymes.

En el contexto actual, la discusión sobre posibles reformas laborales adicionales cobra importancia. La limitación de la subcontratación y el aumento de contribuciones para las pensiones fueron buenas medidas, aunque costosas para las empresas, sobre todo las pequeñas y medianas. Las reformas para mejorar la representatividad e impulsar la democracia sindical fueron también muy importantes y deben servir para asegurar que empresas y trabajadores acuerden condiciones laborales que privilegien, al mismo tiempo, la competitividad, la flexibilidad incluyente y el bienestar de trabajadores. Con relaciones sindicales eficaces carece de sentido buscar micromanejar las condiciones laborales en las leyes, menos aún en la Constitución.

La economía moderna requiere de movilidad y flexibilidad laboral para que trabajadores y empresas acuerden los mejores términos para el trabajo armónico e incluyente. Esta flexibilidad es particularmente importante para las trabajadoras. No hay razón para no permitir y promover jornadas laborales de 30 horas a la semana, en algunos casos, y de 48 o más en otros, o en ciertas temporadas, si así se acuerda y se compensa de forma apropiada. Incluir camisas de fuerza sobre la duración de la semana laboral u otras prácticas laborales en la Constitución no es una buena idea.

X: @eledece