(ALICIA SALGADO. CUENTA CORRIENTE. EXCÉLSIOR)
Hoy tendrá lugar la tradicional comida entre la Presidenta de la República y el Consejo Mexicano de Negocios (CMN), uno de los encuentros privados que se torna en sesión de trabajo y es relevante para el diálogo económico del país, porque permite revisar la agenda económica, de inversión, de competitividad y de inclusión social.
El encuentro se realizará en el Museo Kaluz, espacio que nuevamente funge como sede para este intercambio de alto nivel. Se espera una conversación sustantiva sobre nearshoring, clima de inversión y prioridades regulatorias rumbo a 2026.
Es curioso que el encuentro se realice después del anuncio de creación del “nésimo” Comité para Promover Inversiones en apoyo del Plan México, realizado en Palacio Nacional y difundido en la cuenta de X por la mandataria, con fotos que mostraban a un grupo de empresarios (15 con billetera amplia), encabezados por don Carlos Slim Helú, quien en la celebración del 60 aniversario de Grupo Financiero Inbursa, se refirió a la necesidad de impulsar la inversión de 22% a 25% del PIB.
Mire, la comititis y particularmente el último comité anunciado ayer, parece tener dedicatoria de empleo para quien deja una representación empresarial, lo que ha levantado una fuerte “grilla” que, incluso apunta a que su formación tiene la intención de “debilitar” la presidencia de Pepe Medina Mora, aun antes de que tome el asiento. ¡Me parece un exceso de “interpretación”!
Pero su integración no coordina, diluye. Apenas en marzo de este año, el mismo CCE, de Francisco Cervantes, creó el Comité Especial para la Inversión y Relocalización de Empresas, con la promesa de trabajo conjunto y coordinado con el CADERR, de Altagracia Gómez. Atraer inversión nueva no es un tema de comités, sino de voluntad privada para invertir y de voluntad pública para crear las condiciones de inversión.
Si de comités se trata. ¿Ya se crearon 32 comités promotores de inversión estatales ¿o no?
El problema (la caída de la inversión fija bruta este año ha sido dramática) no es que los empresarios no se sumen al esfuerzo de detonar inversión en el Plan México, sino que el gobierno tome conciencia de que lo que está minando es la confianza para invertir.
¿O qué acaso no se piensa en el impresionante seguimiento que se está dando a la aplicación discrecional de la Constitución, leyes y jurisprudencias, “como el de cosa juzgada”?
¿Quién va a ampliar una planta –no sólo mantenerla— si hoy una buena parte de las grandes empresas tienen que reducir un turno porque no reciben electricidad suficiente para operar 16 horas?, o si las carreteras están bloqueadas por malosos o manifestantes, ¡eso es lo que debe impulsar la inversión!, no la integración de otro comité.
Si no invierten en electricidad y generación de hidrocarburos, los apagones están a la vuelta de la esquina y, las reglas de inversión mixta ni están claras ni parecen ejecutables.
¿Quién puede tener confianza para invertir cuando, según datos del Inegi, la economía formal en México creció en +0.6% anual y la economía informal lo hizo a una tasa de +1.8% en el primer semestre? El costo de formalizar en México es muy alto y los servicios públicos muy precarios.
El sector privado invierte porque tiene la convicción de que México es una gran oportunidad para crecer (90% de la inversión fija bruta en México es privada), pero para hacerlo, requiere reglas claras, agua, electricidad, calles y carreteras transitables, aduanas eficientes, pero, sobre todo, seguridad y Estado de derecho, ¡no comités!


