(RANA FOROOHAR. THE FINANCIAL TIMES
La desvinculación entre Estados Unidos y China tiene que ver con muchas cosas, pero la principal es la idea de que la tecnología occidental no debería alimentar la modernización y expansión del ejército chino. Desde el punto de vista estadunidense, eso parece bastante obvio. ¿Por qué el dinero, productos y experiencia de EU debería ayudar a fortalecer al ejército de su principal adversario estratégico?
Este es el razonamiento de la nueva orden ejecutiva de la Casa Blanca que se presentó la semana pasada y que limita la inversión estadunidense en China en áreas de tecnología que plantean los mayores riesgos para la seguridad nacional, como los semiconductores, la computación cuántica y la inteligencia artificial. La idea es ampliar las actuales prohibiciones de exportación a China, así como los límites a la adquisición china de tecnología estadunidense, restringiendo también la forma en que los inversores de EU colocan capital en los sectores más estratégicos de China.
En realidad, la nueva norma tiene mucho más que ver con la experiencia que con el dinero. “No es el capital lo que escasea”, me dijo el asesor adjunto de seguridad nacional Mike Pyle. “Es el capital más el acceso a expertos y ayuda adicional”. Traducción: no se trata de frenar la inversión pasiva en China a través de, por ejemplo, valores públicos o fondos cotizados en bolsa, sino de impedir que los principales inversores de capital riesgo y fondos de capital privado de EU transfieran importantes activos intangibles que se producen en Occidente -patentes, datos, software y otros tipos de propiedad intelectual- junto con sus inversiones.
Las inversiones estratégicas de EU en China ya se redujeron considerablemente en los últimos dos años. El financiamiento en dólares estadunidenses para fondos de capital riesgo y de capital privado centrados en China cayó a 14 mil millones de dólares (mdd) en 2022 desde los 95 mil mdd de 2021. La nueva orden ejecutiva sin duda va a reducir más estos flujos.
La propuesta está diseñada para continuar con la estrategia de la administración de “patio pequeño, cerca alta” para limitar la desvinculación tecnológica a las áreas más cruciales de la seguridad nacional. La cuestión es cómo trazar una línea sobre para qué podrían utilizarse realmente tecnologías de propósito general como la inteligencia artificial: un desmantelamiento algorítmico del sistema financiero basado en el dólar, por ejemplo, o una canción generada por una máquina que imite las voces del último grupo de K-pop de moda. “Creemos que es un problema complejo”, admite Pyle.
La administración ya llevó a cabo consultas con cientos de partes interesadas sobre lo pequeño que será el patio y lo alta que será la cerca, incluidos la industria, los aliados extranjeros y otros socios. Vendrán más cosas a medida que la Casa Blanca reciba comentarios formales sobre la propuesta en los próximos meses. Pero es revelador que la Business Roundtable recibiera favorablemente el planteamiento de la administración, lo que me indica que la orden ejecutiva ya se considera menos dura con la industria de tecnología -y con la industria en general- de lo que esperaban algunos a ambos lados de la arena política.
Dónde trazar las líneas sobre las tecnologías de doble uso no es el único problema complicado. La Casa Blanca ha intentado mantener la transferencia de tecnología de defensa entre ambos países separada de un debate más amplio sobre la política industrial estadunidense. Este debate abarca cómo reforzar la disponibilidad de suministros minerales críticos e insumos farmacéuticos clave monopolizados por China. Se analiza cómo aumentar la ubicación y el suministro de la fabricación de semiconductores a escala mundial. Pero los gobernantes comunistas de China no hacen las mismas distinciones. El libre mercado está siempre al servicio del Estado, no al revés.
Esto plantea un reto fundamental para la Casa Blanca. Los políticos de línea dura en cuanto a la seguridad podrían hacer el mejor trabajo posible para poner una cerca de protección a la tecnología de doble uso detrás un muro muy alto, y Estados Unidos seguirá enfrentándose a vulnerabilidades críticas para la seguridad nacional en áreas como los productos farmacéuticos y la biotecnología, las baterías ecológicas, la construcción naval y muchas otras áreas. Para garantizar su seguridad se va a requerir de un planteamiento mucho más amplio de seguimiento de las cadenas globales de suministro y comprender en dónde se encuentran los cuellos de botella, ya sea que estén controlados por Estados o por empresas.
Pensar en términos económicos amplios sobre cómo lograr la seguridad nacional no es algo que EU haya hecho durante bastante tiempo (el comercio como herramienta de la política industrial moderna murió después de la época de Ronald Reagan). La administración Biden dejó en claro que ya superamos la filosofía de que el mercado sabe lo que hace y que necesitamos algo de intervención del gobierno para garantizar la solidez de nuestra base industrial, nuestra fuerza laboral y que estemos listos para la defensa. Pero aún no existe un plan común sobre cómo conseguirlo.
Es un tema que probablemente va a pasar a primer plano en otoño, cuando el Congreso vuelva al trabajo y decida si amplía las restricciones de la orden ejecutiva. La actual propuesta del Senado para las inversiones en el extranjero contiene algunas disposiciones más débiles que la medida de la Casa Blanca, pero también exigiría que los inversores de cartera pasivos, las empresas conjuntas y los proyectos de investigación informen de sus actividades en China. Mientras tanto, hay políticos en ambos lados de la arena política, desde republicanos como el senador Marco Rubio hasta demócratas como la representante Rosa DeLauro, que quieren que se sometan a un mayor escrutinio los flujos comerciales y de capital en una gama más amplia de sectores.
Hay mucha gente que dirá que medidas como la nueva orden ejecutiva “intensifican” el conflicto con Pekin. Yo diría que simplemente centran la atención sobre verdades incómodas que, de hecho, siempre han estado ahí, a la vista de todos. Durante años, Occidente pensó que la seguridad y el mercado eran cuestiones separadas. Pero para China, la seguridad nacional y la seguridad económica son la misma cosa. La historia de la desvinculación está lejos de haber terminado.