Señas desde Dubái

(LEÓN BENDESKY. LA JORNADA)

Después de muchas deliberaciones, planteamientos, contactos y disputas también, la reunión sobre el clima COP28 en Dubái se atoró en los términos de la declaración final, misma que debe emanar por el consenso de los países que asisten, 198 en este caso.

En concreto, la situación se planteó por el rechazo de una versión que no incluía de modo expreso que se trataba de la eliminación progresiva de los combustibles fósiles y no, como pretendían algunos, sólo de una limitación de los mismos. La negativa, encabezada, por Arabia Saudita e Irak, segundo y sexto lugares entre los países con mayor producción petrolera en el mundo, provocó que se extendiera el límite para emitir la declaración.

Se ponía así de manifiesto la tensión permanente y creciente en el campo de las negociaciones sobre el cambio climático que impulsó la ONU desde 1995 en la reunión de Berlín; en ella se trató de los inventarios de emisiones de las partes. Ha corrido mucho tiempo, y entre el tema de las emisiones hasta considerar explícitamente a los combustibles fósiles, e incluso su eliminación, hay un largo trecho.

La ministra de Ambiente de Colombia, Susana Muhamad, planteó al final de la reunión que: La presidencia (encabezada por Sultán al Yaber) nunca esperó, o más bien, no calculó que esta COP iba a ser sobre los combustibles fósiles y en la región más importante de producción de los mismos. Esto ahondó la tensión política en materia del clima. Así se habrían creado dos bloques de países, aquellos que representaban lo que la ministra llamó la resistencia de los países productores, frente a la “conciencia de muchos… sobre la emergencia del momento”.

El asunto clave de la reunión de Dubái tuvo que ver, entonces, con la rapidez y las pautas de la reducción del uso de los combustibles fósiles. El acuerdo al que se llegó representó la primera vez en la que de modo explícito se conmina a los países a ir eliminando tales combustibles. La distinción entre la progresiva reducción y la limitación, ha sido el meollo de la confrontación.

De modo más concreto la frase clave en disputa es: Transitar desde las fuentes fósiles a las fuentes alternativas de energía. Vale la pena detenerse en el lenguaje y medir su sentido político, pero sobre todo el significado práctico que puede tener. En todo caso, el fraseo permitió que de alguna manera y dentro de sus propios límites, saliera airosa una atribulada COP28.

De manera inevitable, se ha abierto el espacio para confrontar lo dicho ahí con las posibilidades reales de su implementación, es decir, el entorno de las acciones relativas al cambio climático que se emprendan en el mundo y que lleva al campo práctico de lo posible.

Vaya, que en Dubái se puso de manifiesto lo resistente que es la terminología misma en una cuestión tan relevante y conflictiva como es hoy la del clima. El quid es que la declaración de la COP28 no es legalmente vinculante; queda fuera de las negociaciones en el seno de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático.

De tal manera, las pautas que con respecto al acuerdo firmado en Dubái sigan los países que han firmado la declaración son voluntarias. La función de la declaración es, entonces, en el lenguaje de este ámbito de la diplomacia global, la de reforzar el apoyo para concretar las acciones de los países en cuestiones del clima. Hay, pues, un tema clave que involucra las convicciones, por un lado y, por el otro, las voluntades; además, claro está, de las posibilidades reales de emprender el cambio propuesto.

En el campo científico las resoluciones de la COP28 han merecido duras críticas. Un editorial de la revista Nature exhibe diversas posturas al respecto. Se dice ahí que el fracaso de no haber llegado a una posición explícita sobre la eliminación gradual ha sido más que una oportunidad perdida, es peligroso y va en contra de las metas centrales establecidas en el acuerdo del clima de 2015 en París de limitar el calentamiento global a 1.5 grados Celsius sobre los niveles preindustriales.

Así se expresa un aspecto evidente en una cuestión de índole claramente global como es la del clima y destacado en dicha revista: Al clima no le importa quién emite los gases invernadero. Hay sólo una ruta hacia adelante y es que todos vayan eliminando casi todos los combustibles fósiles tan rápido como sea posible. Esa es la dimensión social que se enfrenta con el cambio climático. Esto abre otro tema candente que es, precisamente, el de las pautas de la transición en cada país y, en eso existen pocos consensos y una diversidad de capacidades, como también quedó claro en Dubái. Hay quienes sugieren que la humanidad encontrará los modos para adaptarse al cambio climático, pero lo que no se puede negar es que aún en un escenario de ese tipo, en sí mismo sumamente controvertido; la distribución de las consecuencias será muy desigual y su naturaleza impredecible.