(ABRAHAM HERNÁNDEZ ARELLANO. EXCÉLSIOR
La reciente presentación de una supercomputadora que será utilizada por el Servicio de Administración Tributaria (SAT) ha generado entusiasmo en distintos sectores del gobierno. Sin embargo, más allá del anuncio político, es indispensable analizar técnicamente si esta inversión representa el camino correcto para modernizar la inteligencia fiscal del país.Play Video
México necesita avanzar en tecnología, sí. Pero también necesita avanzar con dirección. Hoy, las autoridades fiscales más avanzadas del mundo —el IRS en Estados Unidos, la HMRC en Reino Unido o la ATO en Australia— han entendido que el futuro del combate a la evasión y al fraude fiscal no reside en tener máquinas más grandes, sino en tener modelos más inteligentes. La potencia de cómputo es valiosa, pero la verdadera transformación proviene del uso estratégico de analítica avanzada, machine learning, modelos predictivos y sistemas capaces de entender patrones complejos en tiempo real.
Una supercomputadora puede procesar una enorme cantidad de datos; eso es innegable. Pero si detrás de ella no existen modelos sólidos capaces de identificar redes de factureros, triangulaciones bancarias, anomalías aduaneras, operaciones simuladas o transacciones inusuales, el resultado será simplemente procesar más información sin aumentar proporcionalmente la capacidad de detectar irregularidades.
La evasión fiscal moderna no funciona con tácticas rudimentarias. Funciona mediante estructuras sofisticadas, empresas fachada, prestanombres, ingeniería financiera y combinaciones transnacionales de actores legítimos e ilegítimos. Para enfrentar ese ecosistema, México necesita más que potencia bruta: necesita inteligencia fiscal.
El camino que siguen los países líderes se basa en:
1. Analítica de grafos para identificar redes criminales y estructuras fiscales irregulares.
2. Modelos predictivos basados en IA que anticipan comportamientos de riesgo antes de que se materialicen.
3. Algoritmos de machine learning para detectar patrones atípicos en millones de transacciones.
4. IA generativa para automatizar auditorías, expedientes y cruces de información.
5. Infraestructura en la nube escalable, que evita la obsolescencia y permite actualizar sin inversiones millonarias.
En contraste, las supercomputadoras tienen un ciclo de vida limitado, requieren mantenimiento especializado, consumen presupuestos elevados y, en muchos casos, terminan subutilizadas si no existe detrás una estrategia integral basada en ciencia de datos fiscal. No se trata de rechazar la inversión anunciada. Toda mejora tecnológica es bienvenida. Pero sí se trata de reconocer que una sola máquina, por poderosa que sea, no construye un sistema de inteligencia fiscal moderno por sí misma.
Lo verdaderamente estratégico para México sería:
Priorizar el desarrollo de modelos inteligentes, no únicamente la compra de hardware.
Construir una arquitectura unificada de datos entre SAT, aduanas, puertos, CNBV y comercio exterior.
Formar equipos de científicos de datos con enfoque tributario capaces de alimentar y mejorar los modelos.
Implementar herramientas avanzadas de detección de fraude en tiempo real.
Migrar hacia plataformas flexibles y actualizables que no queden obsoletas cuando la tecnología avance.
La modernización del SAT es una necesidad urgente. Pero debe ejecutarse con una visión de futuro y no como un gesto de renovación tecnológica basado únicamente en la adquisición de equipo. En un mundo donde el fraude fiscal evoluciona con rapidez y creatividad, lo que México necesita no es una supercomputadora, sino un ecosistema de inteligencia tributaria que piense, aprenda, prediga y actúe.
El hardware puede sumar. La inteligencia, en cambio, transforma.

