¿Y los insectos? Alarma disminución

ISRAEL SÁNCHEZ. REFORMA

Cd. de México (24 julio 2023).- De visita por algunas comunidades del País para recolectar insectos, los investigadores escuchan a la gente local enunciar una alarmante verdad: cada vez hay menos.

Distintas pistas permiten que los expertos lo adviertan por sí mismos, tal como lo relata el biólogo Alejandro Zaldívar (Ciudad de México, 1973) al recordar la primera vez que fue a la Estación de Investigación, Experimentación y Difusión Chamela, en la costa de Jalisco, en 2009.

“Empezó a llover, y como a los dos días era tal la cantidad de insectos que cubrían las ventanas de la estación. Era impresionante, hasta salían las ranas, anfibios y reptiles a comer todo lo que había.

“Y ya los últimos años que hemos ido, además de que le han pegado varios huracanes a esa región, ya no es lo mismo. Jamás he vuelto a ver ese espectáculo que vi hace 14 años”, comparte en entrevista el curador en jefe de la Colección Nacional de Insectos en el Instituto de Biología (IB) de la UNAM.

Quizá lo más trágico de esta situación global es la imposibilidad para conocer a cabalidad de qué magnitud es la pérdida de una clase de organismo que es considerado pilar de los ecosistemas.

Y es que, con más de 1 millón de especies descritas, los insectos son el grupo de animales más diverso del planeta; sin embargo, el número total de especies está lejos de conocerse. Las estimaciones más conservadoras sugieren que la cifra podría fluctuar entre 4 a 6 millones, mientras que las más aventuradas hablan de hasta 70 millones, refiere Zaldívar.

“Es una extinción silenciosa, porque no tenemos idea ni siquiera de cuántas especies hay. Entonces, lo que está ocurriendo es que estamos perdiendo biodiversidad que ni siquiera hemos conocido y no llegaremos a conocer”, lamenta el biólogo especializado en avispas parasitoides y ortópteros; saltamontes, grillos, caras de niño.

“La falta de conocimiento sobre las especies de insectos que habitan el planeta, pues, es mucha”, reitera, añadiendo la dificultad que implica su diminuto tamaño. “¿Cómo monitorear algo que ni siquiera ves? Y con la falta de taxónomos para tal tarea, pues no nos damos abasto, es imposible”.

Pese a esto, unos cuantos estudios por el mundo han logrado constatar la disminución de tales organismos a nivel local. Uno de ellos descubrió que el número de insectos en las reservas naturales de Alemania disminuyó más de 76 por ciento entre 1973 y 2000, por ejemplo.

“Los insectos del mundo se están precipitando por el camino de la extinción. Su desaparición acarrearía un colapso catastrófico de los ecosistemas de la naturaleza. Necesitamos actuar con urgencia en muchos frentes para frenar este declive”, ha advertido Marieta Sakalian, especialista en biodiversidad del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).

Además de la crisis climática, que afecta a especies endémicas o de distribución muy restringida, se considera que una de las principales causas de la desaparición de insectos es el cambio de uso de suelo para actividades agrícolas, con el consecuente uso de pesticidas.

De ahí que desde 2018 la Unión Europea prohibiera el uso de insecticidas conocidos como neonicotinoides para mitigar la amenaza letal que suponen para las abejas, probablemente el insecto del cual más se ha alertado sobre su paulatina desaparición, enfatizando las graves implicaciones que ello conllevaría.

La abeja occidental, según el histórico informe de 2019 de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), es el polinizador más extendido a nivel mundial. Y contribuye directamente a la seguridad alimentaria; es decir, al recoger el polen de las flores y esparcirlo; permiten que las plantas, incluidos muchos cultivos alimentarios, se reproduzcan.

“Es el caso de la Apis mellifera, que es la mielera, una abeja cuya distribución ahora es mundial porque se ha introducido. Abejas nativas de México hay muchas más que no reciben la publicidad y que están desapareciendo; también las especies endémicas de abejas se están viendo amenazadas”, resalta Zaldívar.

“Y no sólo las abejas, hay mariposas y escarabajos que son polinizadores, sin los cuales no existirían las plantas con flor”, agrega el curador de una colección con alrededor de 5 millones de ejemplares de insectos, de los cuales aproximadamente unos 3 millones están debidamente catalogados e identificados.

Aunado a lo dicho, los insectos llevan a cabo otras funciones de igual importancia, como la descomposición de materia orgánica en los ecosistemas, específicamente los coprófagos y saprófagos. Sin obviar, además, que sirven de alimento para otros organismos; son eslabones vitales en las cadenas alimenticias en la mayoría de los ecosistemas terrestres.

“Y, a su vez, sirven como controladores biológicos de poblaciones de otros artrópodos, de otros invertebrados”, apunta Zaldívar. “Si no existieran ciertos insectos depredadores, las poblaciones de muchos insectos herbívoros crecerían a tal grado que consumirían todas las plantas”.

Por todo esto, el biólogo exhorta a un cambio de perspectiva y actitud hacia los insectos, que a causa del desconocimiento pueden ser vistos como plagas perjudiciales que deben erradicarse, aunque en realidad un porcentaje mínimo es dañino para el ser humano.

“Obviamente, hay insectos que pueden ser plaga en la agricultura, en actividades forestales, o que son vectores de enfermedades, pero eso es menos del 1 por ciento de todas las especies conocidas”, refrenda el especialista.

“Debemos ser conscientes de eso, protegerlos, y lo urgente es sensibilizar a la gente, educarla, informarla, de que más allá de ser dañinos, pues los insectos son nuestros aliados“.

Diversidad persistente

Con todo y la silenciosa extinción, que proyecciones estiman puede ser más acelerada que la de mamíferos, aves y reptiles, los insectos y su diversa presencia en este mundo no dejan de impresionar a los expertos.

En un estudio que Zaldívar califica como de los primeros para conocer la situación de estos organismos en el trópico mexicano, investigadores han hallado que, si bien aún puede haber un número similar de especies, éstas ya no son las mismas.

“O sea, están perdiéndose especies nativas, endémicas, especialistas. Están siendo reemplazadas por especies de amplia distribución, generalistas, no nativas, exóticas”, explica el académico sobre lo visto en la Reserva de la Biósfera Chamela-Cuixmala, en Jalisco, y en el Parque Nacional Huatulco, en Oaxaca.

“Me atrevo a decir que éste es el primer estudio que se está realizando en México en una región tropical. Es un estudio de tres años de monitoreo”, subraya. “Con datos de secuenciación, estamos viendo de manera muy rápida y a grosso modo el número y tipo de especies en regiones tropicales aquí en México”.

Así, aunque por mucho tiempo han sido desdeñadas como poco productivas y poco diversas, estas dos regiones de predominante bosque tropical caducifolio donde se realiza dicho estudio han demostrado ya una asombrosa y variada presencia de insectos, según el muestreo que por meses llevan a cabo los investigadores.

“En Chamela, durante siete meses que se pusieron trampas, se muestrearon más de 4 mil 800 especies; en la región de Huatulco, casi 4 mil”, ilustra Zaldívar, enfático en cuanto a que muchas de ellas no están descritas.

“La tarea que estamos haciendo es usar herramientas genéticas para poder acelerar esta estimación de la diversidad de las comunidades de insectos en estas regiones. Y lo que hemos encontrado es sorprendente”, insiste. “A pesar de toda esta crisis de diversidad, aún estas regiones protegidas son reservorios de una enorme, enorme riqueza de especies”.

Actualmente, cuenta el biólogo, se está cerrando el muestreo del último año de este estudio, que recibió para su realización cerca de 1 millón 400 mil pesos por parte del otrora Conacyt -todavía sin h-, a través de una de sus convocatorias de ciencia de frontera.

“Con eso realizamos trabajo de campo, trabajo de laboratorio; pagamos a la gente del campo para que nos ayudara, a becarios. Hicimos magia para que nos rindiera”, expresa Zaldívar, reconociendo las limitaciones del recurso, pero agradecido por haber sido beneficiarios. Y, sobre todo, optimista en cuanto al futuro a la luz de la nueva legislación del sector.

“Antes se servían con la cuchara grande la gente de arriba, y a nosotros siempre nos han tratado igual”, opina. “Ahora vamos a ver, vamos a ver. La lucha se hace, y vamos a darle tiempo al tiempo, y vamos a ver hacia dónde va el rumbo de la ciencia en los próximos años”.

Una puja científica

“Veinte mil a la una, veinte mil a las dos… ¡Vendido!”.

¿Pero qué se ha subastado? Ni más ni menos que la posibilidad de ponerle nombre a una especie de cara de niño (Stenopelmatus).

Así se prevé que ocurra la segunda quincena de agosto en el Pabellón Nacional de la Biodiversidad, en Ciudad Universitaria, durante la primera subasta de nombres científicos que se lleve a cabo en el País, organizada por el IB.

“Nosotros estudiamos ortópteros, es el grupo al que pertenecen los cara de niño, y estamos por describir cuatro especies nuevas; una de ésas es la que habita en la Ciudad de México. Sorprendentemente, a pesar de que es una especie muy conocida aquí, es nueva, no había sido nombrada por la ciencia”, sostiene Zaldívar.

“Aprovechando esto, y con el fin de, primero, informar a la sociedad, de desmitificar a estos organismos -que los matan porque creen que son venenosos-, se va a hacer una subasta de nombres científicos; es la primera vez que se hace aquí, y es con el fin de recaudar fondos para continuar con nuestras investigaciones en taxonomía”, puntualizó.

Deducible de impuestos, la donación que realicen personas altruistas, instituciones privadas o empresas les permitirá decidir el nombre científico para las especies de cara de niño provenientes de QuerétaroTlaxcalaMichoacán y la local, siempre y cuando no se incurra en nada ofensivo. La puja inicial será, precisamente, de 20 mil pesos por especie.

“La idea es que se pueden nombrar en honor a una persona que sea honorable o inclusive a algún producto de alguna empresa que se preocupe por la conservación de la biodiversidad. Es la tirada”, abunda Zaldívar, quien se adentró en el mundo de los insectos tras su paso por el Imperial College London, donde hizo su doctorado junto al entomólogo Donald L. J. Quicke.

“Ante las limitaciones que luego hay para obtener recursos para la ciencia básica, pues nos dimos a la tarea de organizar este experimento”, prosigue. “Es algo controvertido, pero yo creo que mientras los fines sean de investigación, pues todo se vale”.